16 de junio: el día que bombardearon la Plaza de Mayo
El día que bombardearon Plaza de Mayo para derrocar a Perón y mataron a más de 350 personas. La asonada, cuyo objetivo principal era matar a Perón, que cumplía su segundo mandato como presidente constitucional de Argentina, desató una masacre que marcó el inicio de la violencia política que envolvería al país hasta bien entrados los años setenta, y que quedó finalmente impune.
Un año antes, el peronismo había triunfado en elecciones generales que se celebraron para elegir vicepresidente con el propósito de cubrir la vacante que se había generado en el cargo tras la muerte de Hortensio Quijano.
En verdad, el Gobierno pretendía conseguir respaldo popular ante un frente opositor creciente y cada vez más movilizado, compuesto por la Iglesia católica, la Sociedad Rural, y amplios sectores de las Fuerzas Armadas, principalmente la Marina.
El oficialismo se impuso con el 62,54% de los votos y quedó claro que Perón no podría ser derrotado en las urnas por las fuerzas opositoras.
A pesar del contexto de crisis económica, el peronismo se había empeñado en mantener la distribución del ingreso beneficiosa para los asalariados.
Los trabajadores conservaban un 53 % de participación en el PBI, una cifra única en la historia de América latina, y esto hacía que los sectores empresarios sumaran sus voces al descontento ante el rol protagónico que jugaba la CGT en la economía nacional.
En aquel jueves nublado y frío, una multitud contemplaba el desfile militar cuando, a las 12.40, el cielo se ensombreció ante la presencia de 40 aviones de la Aviación Naval y de la Fuerza Aérea que comenzaron a dejar caer bombas sobre una Plaza de Mayo repleta y buscaron también hacer blanco sobre la Casa Rosada. Las aeronaves llevaban dibujados en su fuselaje la insignia “Cristo Vence”, y en la primera de sus oleadas, una de las bombas impactó de lleno contra un trolebús repleto de pasajeros, dejando la primera gran cantidad de muertos de esa trágica jornada.
Perón se refugió en los subsuelos del edificio Libertador (sede del Ejército) y consiguió de esta forma salvar su vida, mientras, en las calles, la CGT movilizaba columnas a la Plaza y los sediciosos realizaban tres oleadas más de bombardeos que se dirigieron a la población civil.
El bombardeo cesó a las 17.40 y los atacantes huyeron a Uruguay, donde fueron recibidos por el presidente Luis Batlle, que les concedió asilo político. Las tropas del Ejército que permanecían leales a Perón sofocaron el levantamiento por la tarde, cercando a los alzados en el Ministerio de Marina, que se rindieron ante el fracaso del golpe de Estado que habían lanzado.
En la noche, Perón pronunció un discurso pacificador, e instruyó la formación de un consejo de guerra para los golpistas.
El recuerdo de aquella sangrienta jornada permanecerá vivo en la conciencia de la militancia peronista y es probable que los hijos de muchas de aquellas víctimas se hayan sumado de una u otro manera a la lucha política durante los 18 años de proscripción.