«Lo de Irma», una opción diferente para desgustar la verdad sobre la comidad casera en un ambiente familiar y atendida por su propia dueña.
Las Marianas es una localidad dde 600 habitantes de que perteneces a la ciudad de Navarro y a 87 kilometros de Cañuelas. Ahí vas a encontrar la historia de Doña Irma y el secreto de sus ravioles.
Desde 1958, fecha en que doña Irma descubrió su pasión por la gastronomía, y de la que nunca dejó de probar recetas. Desde que reabrió su restaurante se convirtió en un ícono de Las Marianas. Trabaja en su local junto a su hijo, su nieto y su bisnieto
Cada fin de semana Irma Angrigiani prepara sus ravioles caseros, nada más y nada menos que para 90 comensales. Hace ocho años reabrió el salón comedor que originalmente se había inaugurado en 1950, pero esta vez lleva su nombre, “Doña Irma”, y el menú tiene toda su impronta. La magia ocurre en su cocina a leña, donde amasa todo a mano y prepara desde la entrada hasta el postre, con recetas que pasaron de generación en generación. Hay quienes se emocionan hasta las lágrimas cuando prueban el primer bocado, porque representa un viaje directo a la infancia. “Los hago hace 60 años, ya casi que se hacen solos”, le cuenta a Infobae la carismática cocinera que es personalidad destacada de la localidad.
A 87 kilómetros de Cañuelas, viajando por ruta 205, luega se toma la Ruta Provincial 41 , y luego de 18 kilómetros por camino de tierra se encuentra el restaurante. La fachada de dos tonos de naranja, los tradicionales faroles en la entrada, las grandes puertas con toldos y los ventanales con arcos, son pistas de lo que se avecina en el interior. Retratos familiares, objetos históricos que conforman un museo, y los brazos abiertos de cuatro generaciones: Irma, su hijo, Andrés Camacci, su nieto Nahuel y su bisnieto Fausti, que ya ayuda con los panqueques para otra de las especialidades de la casa, los canelones.
En la localidad viven aproximadamente 600 habitantes. Irma suele decir que son “una gran familia”, porque se conocen todos, y le encanta dar una vuelta para saludar a sus amigas y también a sus proveedores. Charla con el panadero, con el carnicero, visita la quinta orgánica y va encargando todo lo necesario para hacer su magia los sábados y domingos. Cuando le traen los pedidos siempre los espera con algo rico que preparó para la ocasión.
En Las Marianas se puede hacer una caminata y recorrer sus calles históricas , hacer un tour por la estación del ferrocarril, la plaza central de gran arboleda, y la Iglesia Santa Teresita Del Niño Jesús, de vitrales en el interior y un altar que es único en la Provincia de Buenos Aires.
Reconstruir el legado
En 1954 comenzó la historia del hotel restaurante, que funcionaba con tres habitaciones y salón comedor, cuando lo compró don Nazareno, el abuelo de Andrés. “Mi suegro le vio futuro, yo estaba noviando hacía cinco años con Hugo y cuando nos casamos me vine a cocinar con ellos, en 1958″, explica Irma, que hasta ese momento era costurera, pero dejó la máquina de coser en un segundo plano y se apasionó por la gastronomía.
“No sé qué tiene la cocina, si es una terapia como dicen o qué pasa, pero me encanta, y soy de hacer muchos experimentos”, dice con picardía y una sonrisa que emociona. Gracias a todas las pruebas que fue haciendo descubrió secretos para hacer los ravioles de verdura, que fueron el plato insignia del negocio familiar que en ese entonces era conocido como “El Morocho”, porque así le decían a su marido.
Hubo tiempos dorados en que eran más de 1.500 habitantes. Había varios tambos en el pueblo y los trabajadores llegaban de a cientos en el tren. En la década del 60 los platos que cocinaba Irma ya eran todo un emblema y tradición. Luego, llegaron los 90 y el ferrocarril dejó de pasar por Las Marianas. “Había que poner el cuerpo para darle vida de nuevo, porque sino fuera por el turismo somos muchos los pueblos que estábamos destinados al olvido. Nos parecía que esta vez el restaurante tenía que llamarse Doña Irma, porque es ella el alma de todo esto. Ganó premios y se la considera personalidad destacada del partido de Navarro, por ser promotora de turismo rural y dar conocer la localidad de Las Marianas con su emprendimiento”Cuatro generaciones familiares hicieron posible la reapertura del salón comedor que también funcionó como hotel de pasajeros
Pastas sublimes
A la hora de definir un menú, no había dudas de que los ravioles tenían que estar. “Tengo 84 años, pero me siento con mucha fuerza todavía, ya desde el jueves a empiezo a preparar cuatro matambres, voy limpiando todas las verduras para el fin de semana y hago el picadillo. Así hasta el sábado a las cinco y media de la mañana que arranco con la masa de mis pastas, porque no me gusta frizar nada. Hago todo en el momento y los saco fresquitos”, narra Irma sobre su rutina.
Se hace un matecocido, desayuna y empieza su ritual de cada fin de semana. “Tranquila, sin que nadie me moleste, voy a mi ritmo, y en dos horas y media, tres como máximo, ya dejo todo listo para continuar cuando llegue la gente”, asegura. Ante la pregunta de para cuántos cocina ese día, con total soltura contesta: “Para 90 personas”. Como se manejan con un sistema de reservas a través de WhatsApp y de sus redes sociales –en Instagram @saloncomedor_irma y en Facebook “Doña Irma salón comedor hotel”-, siempre tienen un estimativo de cuántos vendrán, y ella calcula la cantidad para que nadie se quede sin probar un poco de cada manjar.
Con el sello de hacer todo casero y con amor, mantienen una carta fija, pero Irma siempre se propone innovar. “Para incluir los canelones en el menú hizo como 30 pruebas, quería darle una vuelta de rosca y probó con cebolla caramelizada y parmesano, y ahí cuando le gustó el resultado recién me autorizó”, indica, y asegura que tiene una intuición y experiencia imbatible.
“La quise convencer de traer una amasadora y no quiso saber nada, de comprarle una cocina a gas, tampoco, ella dice que no es lo mismo, que lo hace a leña y todo a mano porque sino cambia el sabor; y tiene razón”, admite su hijo. El sábado al mediodía sirven de entrada matambre con empanadas fritas, y la especialidad son los canelones, servidos con salsa blanca y boloñesa. También prepara una exquisita carne al horno con papas, y de postre ofrecen flan o budín de pan.
“El flan es una receta que pasó de mi abuela a mi mamá y después a nosotros, algo sencillo que lleva maicena, huevos de campo, leche y azúcar, pero tiene un sabor único, y todo lo que está incluido se puede repetir las veces que quieran”, cuenta Andrés. El precio ronda los 15 mil pesos pesos por persona, y la bebida se cobra a parte. Los domingos es el día de los ravioles, con una capacidad limitada por ser hechos de forma artesanal. “Hago todos los que puedo hasta donde me dan las manos”, comenta Irma, y confiesa que se emociona cuando lee las reseñas que dejan escritas en el libro de visitas.
“Me dicen que les hago acordar a sus abuelas, a los almuerzos en familia, y algunos se ponen a llorar y me vienen a abrazar, me piden una foto y me encanta todo eso”, revela Irma. Para su hijo no hay dudas de que “le dio años de vida” la experiencia de ser anfitriona, de sentir el cariño de todas las personas que van al lugar con la ilusión de conocerla, de acompañarla en la cocina de puertas abiertas, y recorrer el edificio que resguarda mucha historia, tanto en su interior como en el exterior, con un sector para disfrutar al aire libre.
Doña Irma lo mira atenta, admirada y feliz porque vislumbra la supervivencia de una idea que nació allá por 1950, cuando todavía no había conocido al amor de su vida y no sabía que su destino sería alegrar corazones con la magia de su cocina. Hay sueños por delante, como tener esos 18 kilómetros de tierra asfaltados, para que resulte más fácil el acceso desde la ruta, pero la familia sigue pensando en sumar y potenciar. “Estamos acondicionando unas cabañas para recibir a la gente que se quiera quedar, porque muchos nos dicen que les gustaría pasar aunque sea el fin de semana, para no tener que venir y volverse el mismo día, y en eso estamos”, proyectan.
Son muy familieros, les gusta pasar a saludar con cada mesa y charlar con cada persona que llega el fin de semana. “Puede parecer poco lo que tenemos para ofrecer, pero depende cómo se lo mire y el valor que se le dé; para nosotros es importante actuar desde la solidaridad, compartir lo bueno, acompañar, ayudarnos, los buenos momentos, lo simple que se vuelve inolvidable, porque siendo buenas personas a este país lo vamos a sacar adelante”, sentencia el hijo de doña Irma.
Fuente: Pagina12